La dimensión desconoci... da (novela ambidiestra).

Capítulo II: "No, tú no eres Luisa."

- Oye, Adolfo.
- Dime.
- No creís que es mejor que vayamos a donde el Adelino que tiene pornos hasta en la ducha?
- No me tientes.
- Vamos, vamos...
- No... ¿qué diría la Luisa?
- No importa, cabro. La Luisa ya es grandecita.
- Sí, pero la Luisa es para mí lo más importante, y además está de más que tengamos esta discusión. Rudas no, lo sabes, no mientras siga con la Luisa.
- Ja, me acordé de un chiste, ¿cómo era? Ah! sí... Lalo, la Luisa... (risotada).
- A propósito de la Luisa, ¿qué hora es?
- Las siete menos cinco.
- Um. Ya debe ir al colegio, así que la voy a ir a buscar, antes de que llegue, ¿para qué estamos hueveando? Acompáñame. (Vanse).

Escena II

Luisa, decano, Mañungo.

Mañungo: ¿Para dónde van estos gallos?

Decano: ¿Quién sabe?

Luisa: Ups. Mejor me visto y me voy, porque me tinca que el Alfredo va a buscarme antes de que llegue al colegio pa' que vayamos a alguna parte.

Decano: Oh, Luisa, no te vayas por favor.

Mañungo: Ah la la la la!

Decano: ¡Cállate negro de mierda! Luisa...

Luisa: No me venga con cosas tío, mañana me sigue haciendo el retrato.

Mañungo: Ah la la la la!

Luisa: No digo más (Vase).

- ¿Qué fue eso?

- No sé qué le pasó a estos huevones que nos cambiaron de género.

- Tengo un mal presentimiento con la Luisa.

- Ja... Lalo, la Luisa...

- Ya córtala con eso huevón...

Ambos siguen caminando bajo la lluvia invernal que golpea sobre la cuneta, Adolfo Godoy esquina Pedro Foncea, una linda casita de donde sale una exquisita colegiala.

Tras ella Mañungo. Llegan Adolfo y Alfredo.

- Mañungo!

- Alfredito, compadre.

- Alfredo no te imagines nada malo, tú sabes que Mañungo es amigo de mi tía.

- Alfredo, escucha.

- Dime, Adolfo.

- No le crea! Mírela a ella no a él!

- Luisa, por favor, dime la verdad. A ver, espera un poco. No, tú no eres Luisa, eres de las criaturas Kung-Fu II.

- Me descubriste, maldito terrícola.

- No me... no me... no... (Grito espantoso).

- Estabas sabroso maldito, ja! ahora seguiré contigo Adolfito.

- Ni lo sueñes -Adolfo corre por la calle sin fijarse que un auto va manejado por un ciego hombre que acelera al verlo, torpe, y escuche lo que sigue aquí, la próxima semana.

Continúa...