Tres
Tres números rojos brillan en la oscuridad interior. Afuera llueve.
Tirada en la cama, los ojos fijos en el techo. Se produce un pequeño sonido. Voltea su cara hacia el aparato que ha sonado, y recibe brillos que forman un siete, un tres, un cero. Se levanta, al fin.
Las gotas rebotan contra los edificios. Más abajo, la gente se moja mientras camina. Florencia mira en esa dirección mientras se viste. Pronto el hombre que está en la cama se irá, y ella prenderá la luz y se apoyará a llorar contra la ventana. Así mismo será trasladada a otro contexto. Pero todavía falta.
Ella camina bajo la lluvia. Observa las caras de todos los que van, junto a ella, por las calles. Parece que todos los habitantes de la ciudad se han volcado a ellas en ese mismo momento. Piensa en la multitud de vidas que no conoce, que jamás conocerá. Todo lo que los conecta no es más que un reflejo, un segundo, una imagen fugaz en los ojos de los otros. Y eso es la vida, se dice para sí.
Recoges tu pelo castaño, reflejándote en la ventana. Afuera sigue lloviendo, y el repique de las gotas en el techo domina, ante el silencio de la habitación vacía en la que estás. Ves los rectángulos iluminados frente a ti, y tratas de advertir movimientos mientras te quitas la ropa. Quizás continúas la búsqueda de un igual, te dices. Quieres ver, pero no lo logras. Lloras contra el vidrio frío, y tus lágrimas recorren caminos conocidos.
Te alejas, tu silueta oscura empapándose de sus propios detalles. Logras que esa imagen trascienda, ahora ha sido tu momento, más allá de ti. Aunque no lo sabes, aún.
Te dejas caer en la cama desecha, vencida por la oscuridad. Cierras los ojos y te abandonas.
Tres números rojos brillan en la oscuridad interior.
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