Ocho
Despierta. Danielle, despierta. Consubstancialidad, intertransformabilidad, descanso, chimpancé... Danielle, despierta. Contracorriente, contrarreforma, silencio sepulcral... Danielle. No tienes ganas de seguir durmiendo. Despierta, no vale la pena forzar el sueño. Levántate de una buena vez. Dani, te estoy hablando. ¿Ves la hora?
Vamos, que no tengas ningún compromiso no implica que te vayas a quedar en la cama todo el día. Olvida el miedo, no seas pendeja. Ya no eres una pendeja.
Anda a la cocina y prepara el desayuno. No puede ser que esté tan asquerosa; cómo, cómo llegó a estar así. No hay pan, fruta está bien. Come, te tienes que alimentar, tal vez la desgana venga de la falta de azúcar en la sangre. No sacas nada con no comer.
Mírate al espejo. “La cara que puso Félix cuando vio...” Mójate la cara. Ponte los mechones tras las orejas, sí. Así está bien. Ignora eso, no tiene ninguna importancia. “Los ojos que abrió, casi me parto de la risa...” Báñate bien, estás muy sucia. Refriega sobre todo los pliegues. Justo así. Siente el agua, el calor, el vapor. Se van un poco las sombras. Empezar el nuevo día limpia. Abre los ojos y deja de llorar.
Ponte los calzones rojos, esos, sí. Te gustan, te gusta la cara que pone él cuando te los ve puestos. Cuando los veía, claro. Quita esa mirada. Los pantalones nuevos y la chaqueta azul. Píntate poco que no eres una pared. Esos aros están bien. El pelo, recógelo hacia atrás. Suéltalo. Trata con las horquillas. Bueno, deja, no le vamos a pedir peras al olmo.
Siéntate junto a la ventana, ahí, en el sillón. Que la luz invernal te llegue en las piernas. Pon el cuaderno ahí. Piensa ahora, por favor, piensa: ¿qué soñaste anoche? Te despertaste una vez y él respiraba junto a ti. ¿Qué soñabas? Tómate un minuto.
...
...
Ahora escríbelo en el cuaderno. Lo que estabas soñando anoche, nada más. Esta precisa noche...
“Mi hermana y yo nos abrazábamos en la calle. Creo que era mi hermana (lo que ocurre es que yo no tengo ninguna, entonces, no tiene mucho sentido. Pero los sueños no tienen por qué tenerlo, ¿no?) Esperábamos micro, pero todas las que pasaban tenían nombres extrañísimos y completamente desconocidos para mí. Para nosotras: en el sueño nuestras mentes estaban conectadas. Más rato yo era mi hermana, pero en realidad eso no era muy importante. Lo que más me llamaba la atención eran los nombres de las calles por las que pasaban las micros: “Calle 14” o “Comodoro Estrada” y no sé por que los recuerdo. De pronto se me acercó un niño (o sea a mi hermana, que era yo, pero yo ya me había ido). Era un niño pobre, ya que vivía en esa calle que no era tanto una calle como un camino de tierra junto a un peladero. En fin, el niño me ofrecía palabras a cambio de dinero. Yo accedí y el niño tomó una actitud muy concentrada, alejándose un poco de mí y profiriendo...
Rüme
fuchá
kuifi.
Luego se llevó mis monedas y todo parecía muy justo. Pero yo ya no tenía dinero para la micro y no conocía ninguna que me llevara a mi casa o a cualquier parte que me pareciera conocida. Entonces me angustié mucho y llamaba a mi hermana, es decir a mí misma, y ya no estaba. Luego desperté.”
1 comentario:
JAJAJJAJAAJAJA
mala tu wea, en serio
novela ambidiestra!!
qué chucha!!!!
WAAAAJAJJAJAJA
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